miércoles, mayo 03, 2006

golpe de suerte

el cine y su música
(c) Jorge Luis Viera


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golpe de suerte
(The Cooler).
Koch/Commotion KOC CD 5707.


Bernie Lootz (William H. Macy) es, quizá, el tipo más desgraciado en Las Vegas. Todo lo que toca se estropea, incluyendo su matrimonio y la relación con su hijo. En el pasado, Bernie fue un jugador compulsivo que dejó un tendal de deudas por toda la ciudad, incluyendo una muy considerable en el Shangri-la, el Casino de Shelly Kaplow (Alec Baldwin). Cuando no pudo pagar, Shelly le salvó la vida, saldando sus cuentas pendientes, pero también lo incapacitó, disparándole en una rodilla. Una vez que Lootz mejoró fue obligado a trabajar en el Casino de manera que pudiera pagar la deuda, lo que –lógicamente– le llevaría muchos años.

Con el correr de los días Shelly se dio cuenta de que la mala suerte de Bernie era contagiosa y lo convirtió en el “mufa oficial” del casino: su sola presencia junto a una mesa en la que alguien esté ganando bastará para terminar con la buena racha.

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En el film, encontramos a Bernie en el preciso momento en el que le faltan unos pocos días para saldar su cuenta con Shelly, ahí es cuando conoce a Natalie (Maria Bello), la nueva camarera del Shangri-la. Naturalmente se enamoran.

Irremediablemente simpática, la figura del perdedor termina por ser recurrente en el cine, precisamente por aparecer en medio de una cultura que adora el éxito. La mayor parte de estas ficciones-y Golpe de Suerte no es una excepción- heroizan al perdedor al colocarlo frente a una última oportunidad mediante la cual se redimirá.

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Pero Golpe de Suerte no sólo habla de gente con mala fortuna, es una película sobre cómo dos personas que se enamoran pueden ejercer una profunda influencia mutua que cambie sus vidas. La película también reflexiona en tono de comedia muy, pero muy negra, sobre la naturaleza de la fortuna, la suerte siempre esquiva y su efecto en las personas. En el fondo, es una atípica historia de amor con el marco familiar de Las Vegas como fondo.

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Paralelamente a esa historia romántica, en el film asistimos al derrumbe del mundo de Shelly (Nominación al Oscar para el excelente trabajo de Alec Baldwin), protagonista de una trama igual o más interesante que la anterior. Shelly es uno de esos amantes de hacer las cosas al viejo estilo, que desconfía de los cambios y pretende proteger su Casino, casi el último refugio de ese parque temático de entretenimiento familiar en el que se ha convertido Las Vegas, luchando con fiereza contra esos nuevos mafiosos de traje y título universitario, que nunca se manchan las manos y sólo piensan en términos de un balance de ingresos y egresos, importándoles un comino las tradiciones que para Shelly significan todo. Alec Baldwin realiza uno de sus mejores trabajos en un personaje espléndido, desconcertante, capaz de hacer tremendos sacrificios por sus empleados y, en el segundo siguiente, mostrar su cara más siniestra y terrible, un tipo dispuesto a todo con tal de salirse con la suya según su propio código moral.

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Entretanto en el film encontramos una interesante selección de estándares de jazz, que están en sintonía con la banda original de sonido del brillante compositor Mark Isham (Mentes que brillan, Blade – Cazador de Vampiros, La Mira Indiscreta). Escuchando atentamente el film, podemos dividir claramente su trabajo en tres partes: temas de suspenso, otros más íntimos para algunas escenas introspectivas y una magnífica adaptación de canciones del jazz de las grandes bandas que contienen maravillosos solos de saxo y trompeta.

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El director Wayne Kramer solicitó a Isham un score atractivo para solucionar algunos problemas de su film, cosa que el compositor cumplió con creces. Desde el tema de los títulos de apertura, con una memorable participación de la trompeta, el bajo y la percusión el álbum se distribuye cincuenta y cincuenta por ciento entre canciones y música incidental. La película no tuvo evidentemente un presupuesto grande, así que contó con un pequeño conjunto orquestal, situación que finalmente no ocasionó ningún inconveniente ya que la acción del film no necesitaba una estructura melodramática. El músico ajusta con maestría la balanza entre lo incidental y el necesario jazz que no siempre es bienvenido en una banda sonora.

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De todos modos algunas de las canciones del film tienen vuelo propio como Candy, interpretado por Rebecca Kyler; el clásico You're Getting to be a Habit With Me, en la voz de ése excelente actor que es Paul Sorvino, una recreación del “sonido Sinatra” a cargo de Bobby Caldwell en Luck be a Lady, Diana Krall dando nueva vida a I'll String Along With You y el infaltable My Funny Valentine en la brillante versión de Tierney Sutton.

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En suma, Golpe de Suerte es una obra cinematográfica que reflexiona sobre la posibilidad de cambiar el destino acompañada por el mejor jazz. Una extraña combinación, que sin embargo, funciona.

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